
A lo largo de la historia, era común que los humanos tuvieran varios nombres para diferenciarlos de otras personas que llevaban el mismo nombre. Con la evolución de las sociedades hacia una mayor complejidad o bajo la influencia de civilizaciones más avanzadas, estos nombres distintivos se volvieron fijos y hereditarios. La forma de los apellidos varía según los aspectos que una sociedad considera importantes al momento de adoptar apellidos. Por ejemplo, las sociedades de cazadores-recolectores solían diferenciar a las personas según un evento, característica o significado religioso. En cambio, en las culturas más avanzadas tecnológicamente y con un modo de vida sedentario, los apellidos generalmente derivaban de la profesión, el estatus social o el lugar de residencia. Los apellidos derivados del nombre del padre son comunes, especialmente en las sociedades menos desarrolladas en el momento de la adopción de apellidos.